Cinco ideas que murieron en 2011
Este año fue malo para la reputación de políticos, economistas y ricos
Primera: la tolerancia hacia la desigualdad. La desigualdad económica y la injusticia social han existido siempre y no desaparecerán. Pero este año la idea de que son inevitables y hay que tolerarlas sufrió fuertes embates. La crisis económica en Europa y EE UU puso de relieve una información que existía, pero que no había adquirido la fuerza política que alcanzó en este año: muy pocos tienen demasiado y demasiados tienen demasiado poco.
Segunda: el respeto a los que mandan, saben o tienen. Este año fue malo para la reputación de políticos, economistas y ricos. Descubrimos que muchos gobernantes no tienen el poder —o la capacidad— de tomar decisiones fundamentales, que cada premio Nobel en economía tiene una explicación y una solución distinta para la crisis y que los ricos (tanto empresas como individuos) que contribuyeron a la debacle económica cargan muy poco con las consecuencias de sus actos.
Tercera: la globalización de la intransigencia política.
Cuarta: el medio ambiente está en emergencia. La idea de que hay que actuar ahora y con firmeza para evitar que el planeta siga calentándose hasta hacerse invivible desapareció de la agenda. No pudo competir con los aprietos económicos, el crash financiero, el desempleo, los repetidos fracasos para resolver la crisis, el asesinato de Bin Laden, la primavera árabe y la hegemonía mediática de Justin Bieber.
Quinta: es mejor no tener bombas atómicas. En 2011, los tiranos del mundo tomaron nota de la suerte de Muamar el Gadafi y de la sobrevivencia de su equivalente asiático, el norcoreano Kim Jong-Il. El primero renunció a la idea de tener un arsenal nuclear y el segundo no abandona sus bombas atómicas, aunque su población esté muriendo de hambre.
Tercera: la globalización de la intransigencia política.
Cuarta: el medio ambiente está en emergencia. La idea de que hay que actuar ahora y con firmeza para evitar que el planeta siga calentándose hasta hacerse invivible desapareció de la agenda. No pudo competir con los aprietos económicos, el crash financiero, el desempleo, los repetidos fracasos para resolver la crisis, el asesinato de Bin Laden, la primavera árabe y la hegemonía mediática de Justin Bieber.
Quinta: es mejor no tener bombas atómicas. En 2011, los tiranos del mundo tomaron nota de la suerte de Muamar el Gadafi y de la sobrevivencia de su equivalente asiático, el norcoreano Kim Jong-Il. El primero renunció a la idea de tener un arsenal nuclear y el segundo no abandona sus bombas atómicas, aunque su población esté muriendo de hambre.
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