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sábado, 24 de marzo de 2012

LA FRASE: Soy heterosexual, pero hay hombres que me resultan atractivos"


Mario Vaquerizo: "Soy heterosexual, pero hay hombres que me resultan atractivos"

Mario 'Nancy' Vaquerizo

mario
  • El representante se define en su libro como un "bisexual teórico y estético".
  • "Mi opción sexual es plenamente heterosexual, pero no puedo, ni quiero, evitar reconocer que hay hombres que me resultan guapos y atractivos", ha escrito.
  • Asuntos tan íntimos como sus preferencias sexuales o la inesperada muerte de su hermanoocupan parte del libro en el que el periodista, representante y showman Mario Vaquerizo ha recogido sus impresiones personales sobre algunas de las figuras centrales de su vida, de su madre a su esposa, la cantante Alaska.Será el 3 de abril cuando llegue a manos del público Haciendo Majaradas, Diciendo Tonterías (Espasa), obra en la que el líder de la banda Nancys Rubias desnuda y describe las coordenadas de su universo existencial desde su peculiar punto de vista, "irónico, divertido, auténtico y muy espontáneo" y alejado de la intensidad, que le da "alergia", ha informado este lunes la editorial.
"Desde hace unos años no tengo ningún reparo endeclarar abierta y públicamente que hay chicos que me gustan. Hoy, mi opción sexual es plenamente heterosexual, pero no puedo, ni quiero, evitar reconocer que hay hombres que me resultan guapos y atractivos", comenta Vaquerizo en un capítulo de este trabajo, en el que se define como un "bisexual teórico y estético".
El periodista y escritor, colaborador ocasional de publicaciones como Rolling StoneVanidad o Canal +, trata también su admiración por personajes como Bibiana Fernández, Carmen Lomana o Fabio McNamara, así como aporta su opinión sobre las drogas, entre otros asuntos.
Mario Vaquerizo protagoniza junto a su esposa el espacio Alaska y Mario, un reality show de la MTV sobre su vida y colabora con Pablo motos en El Hormiguero, de Antena 3
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La "banda de las rubias", secuestro exprés a la brasileña

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bandas_de_las_rubias_1Con 31 años de carrera en la policía brasileña, Joaquim Dias Alves acaba de descubrir un caso de secuestros, robos y sensualidad que creía reservado para el cine: "La fantasía se vuelve realidad", dice, asombrado.

Se trata de un grupo de mujeres jóvenes, educadas y de clase media que durante meses se dedicó a capturar víctimas en centros comerciales de Sao Paulo para gastar con sus tarjetas de crédito.

Pero el investigador sostiene que lo que realmente hace este caso diferente a otros es el arma principal que usaba el grupo para sus fechorías: "La seducción".

"Son muchachas bonitas, realmente", señala el policía en declaraciones a BBC Mundo. "Bien vestidas, maquilladas…"

En Brasil han sido definidas como la "banda de las rubias", por el color del pelo de la mayoría de sus integrantes.

Secuestros exprés
El modus operandi del grupo consistía básicamente en buscar víctimas mujeres en centros comerciales de las zonas sur y oeste de Sao Paulo, más bien solas, ricas y con similitudes físicas a alguna integrantes de la banda.

La banda operaba sobre todo en centros comerciales de la ciudad de Sao Paulo.
"La víctima era elegida (para) que tuviese las mismas características de las rubias", explica Alves.

La seguían hasta el estacionamiento del local y la obligaban con un arma a entrar a su vehículo. Ahí le robaban objetos de valor, documentos, tarjetas de crédito y códigos de seguridad de las mismas.

Mientras la víctima era llevada a dar vueltas por la ciudad en su propio auto, otra integrante de la banda se quedaba con las tarjetas de crédito.

Entonces llegaba el momento utilizar sus encantos para hacerse de un gran botín.
La "rubia" con las tarjetas robadas se dedicaba a recorrer centros comerciales y gastar todo lo que podía, confundiendo a los empleados con sus buenos modales y presencia agradable para evitar las sospechas.

"La víctima era elegida (para) que tuviese las mismas características de las rubias"
Joaquim Dias Alves, policía

Según Alves, el objetivo de la impostora era cambiar "la percepción de lo que estaba ocurriendo, con el uso de la tarjeta de crédito y la identidad de otra persona", que solía parecerse a ella.

Las tiendas favoritas de la banda eran sobre todo de artículos electrónicos, dijo el investigador, pero también compraban ropa de marca y sacaban todo el dinero que podían de
cajeros electrónicos.

Alves cree que la banda tenía un nivel de organización importante, incluso para dividir al equipo de secuestros y del de compras, de modo que fueran más difíciles de identificar por las víctimas una vez liberadas.

"El detalle es evidentemente la inteligencia, la estrategia que fue empleada para actuar", explica.

"Mucho" dinero
Se estima que la banda lleva tres años de actuación, aunque al principio comenzó con asaltos en edificios y recién después se dedicó al secuestro de por lo menos medio centenar de personas.

bandas_de_las_rubias_2Las autoridades dicen que ya empezaron a desarticular a la banda.
Alves aclara que el número de víctimas sigue creciendo con la difusión que el caso ha tenido en los medios en estos días, que hizo aparecer nuevas denunciantes.
La policía cree que finalmente ha comenzado a desarticular a la banda.

Este jueves fueron arrestados como sospechosos de pertenecer al grupo una mujer (la única morocha que se cree que lo integraba) y un hombre (se estima que su función era asegurar los secuestros y conducir el vehículo)


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"Cómo caí de 3.000 metros de altura y sobreviví en la selva peruana"

Juliane Koepcke pasó más de diez días deambulando por la selva de Perú.
Juliane Koepcke volaba en un avión con su madre sobre la selva peruana cuando el aparato sufrió un accidente debido a una tormenta. Koepcke sobrevivió a una caída desde más de 3.000 metros de altitud y, con tan solo 17 años, se encontró sola en medio de la jungla. Más de 40 años después de la odisea, la alemana nacida en Perú le contó a la BBC lo que vivió.
Era la víspera del día de Navidad de 1971 y todos queríamos llegar a casa. Estábamos de mal humor porque el avión llevaba siete horas de retraso.
De repente nos adentramos en una nube muy oscura. Mi madre estaba algo ansiosa pero yo no. Me gustaba volar.
Diez minutos más tarde era obvio que algo no iba bien.
Hubo una fuerte turbulencia y el avión se movía arriba y abajo. Maletas y paquetes caían de los compartimentos. Saieron volando regalos, flores y pasteles de navidad.
Cuando vi rayos alrededor del avión, me dio miedo. Mi madre y yo nos dimos la mano aunque no podíamos hablar. Otros pasajeros empezaron a llorar y a gritar.
Tras unos diez minutos, vi una fuerte llamarada en el motor exterior, a la izquierda del avión. Mi madre dijo con calma: “Esto es el fin, se acabó”. Esas fueron las últimas palabras que le oí decir.

Gritos

Juliane Koepcke
Después del terrible accidente Juliane Koepcke se mudó a Alemania.
El avión empezó a caer en picado. Todo estaba oscuro y la gente gritaba. En ese momento solo tenía en la cabeza el rugido de los motores.
De repente el ruido paró y me encontré fuera del avión. Estaba en caída libre, atada a mi asiento. Lo único que podía escuchar era el ruido del viento.
Me sentí completamente sola.
Podía ver cómo me acercaba a la selva. Entonces perdí la conciencia y no recuerdo nada del impacto. Después supe que el avión se partió en varias piezas a unos 3 kilómetros de altitud.
Me desperté al día siguiente. Mi primer pensamiento fue: "He sobrevivido a un accidente de avión".
"Le grité a mi madre pero solo escuchaba los ruidos de la selva. Estaba completamente sola."
Le grité a mi madre pero solo escuchaba los ruidos de la selva. Estaba completamente sola.
Me había roto la clavícula y tenía algunos cortes profundos en las piernas, pero las heridas no eran graves. Más tarde me di cuenta de que me había roto un ligamento de la rodilla, pero podía caminar.
Antes del accidente, había pasado un año y medio con mis padres en su estación de investigación en la jungla, a unos 30 kilómetros de distancia. Aprendí mucho sobre la vida en la selva. No es tan peligrosa. No es el infierno verde que la gente se piensa que es.
Podía oír a los aviones pasar buscando los restos de la aeronave, pero la selva era muy densa y no podía verlos.

Los peligros de la selva

Juliane Koepcke
Vivía en la selva con sus padres. En la imagen la vemos con 14 años en una canoa con su madre.
Llevaba puesto un vestido corto sin mangas y sandalias blancas.
Había perdido un zapato pero me dejé el otro puesto ya que no tengo buena vista y había perdido mis gafas, así que utilicé ese zapato para tantear el terreno frente a mi mientras andaba.
En la selva las serpientes se camuflan y perecen hojas secas. Tuve suerte de no encontrarme con ninguna o al menos de no darme cuenta.
Encontré un pequeño arroyo y anduve por él, ya que sabía que era más seguro caminar por agua.
En el lugar del accidente encontré una bolsa de caramelos. Cuando los acabé no tenía nada más que comer y tenía mucho miedo de morir de hambre.
Hacía mucho calor y humedad, y llovía varias veces al día. Pero por las noches hacía frío y fue duro no tener con qué abrigarme.
"El cuarto día oí posarse a un buitre. Reconocí el sonido gracias a los días que pasé en la selva con mis padres. Tuve miedo porque sabía que solo se posaban cuando había algo de carroña y sabía que se trataba de los cuerpos de los pasajeros."
El cuarto día oí posarse a un buitre. Reconocí el sonido gracias a los días que pasé en la selva con mis padres.
Tuve miedo porque sabía que solo se posaban cuando había algo de carroña y sabía que se trataba de los cuerpos de los pasajeros.
Encontré un asiento con tres pasajeros con la cabeza contra el suelo.
Estaba paralizada por el miedo. Fue la primera vez que vi un cadáver.
Pensé que podría tratarse de mi madre pero cuando toqué el cuerpo de la mujer me dí cuenta de que tenía las uñas de los pies pintadas y mi madre nunca se las pintaba.
Me sentí aliviada de inmediato, aunque luego me avergoncé de ese sentimiento.

La cabaña de la selva

Juliane Koepcke en su graduación
Juliane Koepcke acudió a su baile de graduación la noche antes del accidente.
El décimo día casi no podía mantenerme en pie, así que me dejé ir a la deriva por la orilla de un río más grande que encontré. Me sentía tan sola. Como si estuviera en un universo paralelo lejos de cualquier ser humano.
Pensé que estaba alucinando cuando vi un gran barco. Cuando fui a tocarlo y me di cuenta de que era real fue como si me hubieran dado una inyección de adrenalina.
Pero entonces vi un sendero que conducía a una cabaña con un techo hecho con hojas de palmera. También había un motor de barca y un litro de gasolina.
Tenía una herida en mi brazo derecho que estaba infestada de gusanos de un centímetro de largo.
Recordaba que nuestro perro había tenido el mismo tipo de infección y mi padre le había puesto keroseno en la herida, así que utilicé la gasolina para curar la mía.
El dolor era intenso y los gusanos intentaron introducirse aún más en la herida. Me saqué unos 30 gusanos y estaba muy orgullosa de mi misma. Decidí pasar la noche allí.
Al día siguiente oí la voz de varios hombres en el exterior de la cabaña. Fue como oir voces de ángeles.
"El día después de mi rescate vi a mi padre. Casi no podíamos hablar y al principio tan solo nos abrazamos."
Cuando me vieron se alarmaron y dejaron de hablar. Pensaron que era una especie de diosa del agua, una figura de una leyenda local que es un híbrido entre un delfín y una mujer rubia de piel blanca.
Pero me presenté a ellos en español y les conté lo que había pasado. Curaron mis heridas y me dieron algo de comer y al día siguiente me llevaron de vuelta a la civilización.
El día después de mi rescate vi a mi padre. Casi no podíamos hablar y al principio tan solo nos abrazamos.
En los días siguientes mi padre intentó frenéticamente encontrar a mi madre. El 12 de enero hallaron su cuerpo.
Luego supe que también sobrevivió al accidente, pero estaba gravemente herida y no podía andar. Murió varios días después. No me atrevo a pensar cómo fueron sus últimos días.

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